“El parque eólico atraviesa zonas de pastos de invierno que ya no se pueden usar porque los renos nunca se acercarán a las turbinas. Así, se ha destruido una ruta de migración ancestral que es crucial para nosotros”, explica a IPS Maria Puenchir, una reconocida activista noruega que se presenta a sí misma como “queer, sami y discapacitada” de los derechos humanos.
Los samis, también conocidos como saamis o lapones, son un pueblo que se reparte por las fronteras septentrionales de Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, en un territorio al que llaman Sápmi y otros le dicen Laponia.
Puenchir, de 31 años, habla desde su Trondheim natal, muy cerca de la península donde se levanta el complejo eólico hoy bajo escrutinio. Se empezó a construir en 2016, a pesar de numerosos llamamientos para su suspensión, incluido el de las Naciones Unidas, por su potencial impacto sobre la forma de vida de las comunidades locales.
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