Se trata de la mayor bancarrota estadounidense desde la crisis financiera mundial del 2008. El 13 de marzo, el propio presidente Biden pidió tranquilidad a ahorristas e inversores y enfatizó que el mundo político hará todo lo que esté a su alcance para preservar el sistema financiero. «Los estadounidenses pueden confiar en la solidez del sistema bancario (…). Sus depósitos estarán disponibles cuando los necesiten”.
Karine Jean-Pierre, la portavoz de la Casa Blanca, salió al cruce de los malos presagios, insistiendo que “esto no es el 2008”, en referencia a la última gran crisis que estalló ese año. La misma fue resultado de la explosión de la burbuja creada a partir de la especulación con el precio exorbitante de viviendas y construcciones en general.
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