Ese año en Ritoque, los prisioneros nos preocupamos con la debida antelación de discutir y resolver qué íbamos a hacer ese día en homenaje a nuestras compañeras. Las mujeres, y nuestras compañeras en particular, al enfrentar los hechos se habían agrandado. Esa era la experiencia de todos los prisioneros. No sólo eran las mujeres queridas que nos visitaban semana a semana, con enorme sacrificio a veces y que traían todo lo que podían al hombre que querían y que estaba preso. No sólo era la valentía, la seguridad y la constancia con que ellas cumplían esta visita, a pesar de las humillaciones a que se las exponía continuamente. Para llegar al Campo de Concentración de Ritoque había que salir muy de madrugada, en bus, a veces un bus que ponía especialmente la iglesia o en trenes.
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