La invasión de Irak impulsada por Estados Unidos –con el apoyo de Reino Unido y España, entre otros– abrió la caja de los truenos en el país y en parte de la región. Fue una guerra preventiva -basada en un ‘por si acaso’-, fuera de la legalidad, sin mandato de Naciones Unidas y justificada con tergiversaciones y mentiras. La impunidad con la que se llevó a cabo y la escasa rendición de cuentas posterior -ninguno de los responsables ha sido juzgado y la mayoría de los crímenes han quedado impunes- sentaron un precedente que sirve de excusa para violaciones actuales y condicionan las relaciones internacionales hasta hoy.
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