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quarta-feira, 29 de março de 2023

Los traidores a Assange

Mi punto álgido fue cuando un juez de los Reales Tribunales de Justicia británicos se inclinó sobre su estrado y me gruñó: «No es usted más que un australiano errante como Assange». Mi nombre figuraba en una lista de voluntarios para pagar la fianza de Julian, y este juez se fijó en mí por ser quien había denunciado su papel en el famoso caso de los isleños expulsados de Chagos. Sin quererlo, me hizo un cumplido.

No hace mucho vi a Julian en [la prisión de alta seguridad de] Belmarsh. Hablamos de libros y de la opresiva idiotez de la cárcel: los alegres letreros en las paredes, los castigos estúpidos; todavía no le dejan usar el gimnasio. Tiene que hacer ejercicio en soledad en una zona parecida a una jaula donde hay un cartel que advierte de que no se debe pisar la hierba. Pero no hay hierba. Nos reímos; por un momento, algunas cosas no parecían tan malas.

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