Entre las trabas más evidentes a las que se enfrenta un sistema económico que funciona bajo la premisa del crecimiento perpetuo, se encuentran aquellas que se relacionan con el agotamiento, el desgaste y la pérdida de múltiples bienes comunes y recursos naturales, tales como las energías fósiles y los minerales estratégicos[1], la mayor parte de los suelos aptos para el cultivo, las reservas vitales de agua potable, bosques y selvas, así como numerosas especies de los océanos y las masas continentales que son, naturalmente, irrecuperables.
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