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sexta-feira, 20 de fevereiro de 2015

El exterminio de Gaza por Israel

La Operación Marco Protector es la máquina de matar de la década de 2010, para vergüenza eterna de Israel. No es así como Israel lo percibe, ni tampoco el mundo, en especial los judíos estadounidenses. Escribo esto como judío orgulloso que trata de liberar al judaísmo del íncubo de un arrogante Israel militarista que no necesitaba acabar convirtiéndose en lo que ahora es emulando las prácticas de estilo nazi contra una población que residía en una tierra que podía haber sido el refugio de ambos. La Nakba fue algo inexcusable, degradante, cruel, inmoral, la propia antítesis de lo que la Torah proclama respecto a cuidar a los oprimidos y amar al extranjero. A causa de sus acciones, los israelíes han perdido hasta el derecho a ser considerados judíos, tan vil es su comportamiento con los que han reducido ya a una situación deplorable. Gaza es la de Dresde de hoy, escombros hasta donde la vista puede alcanzar; sólo Hiroshima y Nagasaki ofrecían un escenario peor. Niños jugando entre las ruinas, familias viviendo en tiendas de campaña y caravanas, materiales de construcción interceptados por el mar y devueltos, infraestructuras, escuelas de la ONU y hospitales demolidos… y la sociedad israelí convertida en espectadores pasivos, distraídos, desinteresados, sordos ante los gritos del sufrimiento y las privaciones. El judaísmo burlado a sus más altos niveles.
Sí, mi padre (que nació en Pinsk y llegó a EEUU tras la Primera Guerra Mundial, trabajó duro toda su vida, dio lo que pudo en apoyo de las causas judías y fue miembro fundador de Rodeph Shalom en Bridgeport antes de trasladarse a Miami Beach) solía decir que las malas noticias llegan de tres en tres. Efectivamente, vamos a examinar los periódicos de hoy.
Primera, nos encontramos con la dimisión de William Schabas, que estaba al frente de la investigación encargada por el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU sobre los posibles crímenes de guerra israelíes en la campaña desplegada contra Gaza del pasado verano. Enfrentado desde el primer momento a la oposición de Israel a que se lleve a cabo cualquier investigación (precedida incluso de los intentos israelíes de “matar de hambre a la bestia”, presionando a los Estados miembros de la Corte Penal Internacional para que no cooperaran con sus procedimientos), a Schabas no le quedó otra opción. Vilipendiado, acusado de sentimientos y actividades antiisraelíes (cuando es un distinguido abogado internacional experto en derechos humanos que entre sus muchos clientes asesoró una vez a la Organización por la Liberación de Palestina a cambio de unos honorarios de 1.300 dólares), sometido a amenazas de muerte y a un aluvión, obviamente organizado, de correos electrónicos hostiles, creía que los hallazgos de la comisión -que acabará sus trabajos el próximo mes- no deberían pasarse por alto por culpa de todo ese intento de intimidación y ofuscación.

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