Sí, mi padre (que nació en Pinsk y llegó a EEUU tras la Primera Guerra Mundial, trabajó duro toda su vida, dio lo que pudo en apoyo de las causas judías y fue miembro fundador de Rodeph Shalom en Bridgeport antes de trasladarse a Miami Beach) solía decir que las malas noticias llegan de tres en tres. Efectivamente, vamos a examinar los periódicos de hoy.
Primera, nos encontramos con la dimisión de William Schabas, que estaba al frente de la investigación encargada por el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU sobre los posibles crímenes de guerra israelíes en la campaña desplegada contra Gaza del pasado verano. Enfrentado desde el primer momento a la oposición de Israel a que se lleve a cabo cualquier investigación (precedida incluso de los intentos israelíes de “matar de hambre a la bestia”, presionando a los Estados miembros de la Corte Penal Internacional para que no cooperaran con sus procedimientos), a Schabas no le quedó otra opción. Vilipendiado, acusado de sentimientos y actividades antiisraelíes (cuando es un distinguido abogado internacional experto en derechos humanos que entre sus muchos clientes asesoró una vez a la Organización por la Liberación de Palestina a cambio de unos honorarios de 1.300 dólares), sometido a amenazas de muerte y a un aluvión, obviamente organizado, de correos electrónicos hostiles, creía que los hallazgos de la comisión -que acabará sus trabajos el próximo mes- no deberían pasarse por alto por culpa de todo ese intento de intimidación y ofuscación.
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