Footprints - Praia do Castelejo, Vila do Bispo, Algarve

quarta-feira, 18 de fevereiro de 2015

Ha empezado el pulso

El nombramiento de Mario Draghi a frente del BCE fue en sí mismo una provocación. Hay que recordar que la entrada de Grecia en la zona euro en 2001 fue posible gracias al maquillaje de sus cuentas, realizado bajo la supervisión del banco Goldman Sachs. Éste había aconsejado al gobierno griego que utilizara productos derivados a fin de reducir la amplitud de su déficit presupuestario. Más tarde se reconocieron la superchería y las cuentas corregidas. Ahora bien, Mario Draghi ejerció de vicepresidente para Europa en Goldman Sachs de 2002 a 2005 y, por ello, es difícil creer que no estuviera al corriente de esas manipulaciones, ni de los 300 millones de dólares que habían reportado a su banco. Después de que sucediera a Jean-Paul Trichet a la cabeza del BCE, este último, a una pregunta de un periodista sobre el pasado de Draghi en Goldman Sachs, respondió con un silencio sonoro y revelador/2.
“Todo lo que sea necesario para salvar el euro”: con esta fórmula proferida en un discurso del 26 de julio pasado, Draghi hizo creer que bajo su égida, el Banco Central Europeo iba a llevar a cabo una política más acomodaticia. El anuncio posterior de una Quantitative Easing [expansión monetaria cuantitativa ndt] a la europea, o sea, la compra masiva de títulos públicos en el mercado secundario, tuvo dos efectos: indicando a los mercados financieros que sus ataques especulativos serían sistemáticamente contrarrestados, permitió desinflar un poco las tasas de interés concedidas a los países en dificultades; y marcando distancias con el dogma merkeliano, daba la impresión de que la zona euro daba un pequeño paso hacia una gestión más solidaria de la crisis de las deudas soberanas. El anuncio del plan de inversión por Juncker, parecía confirmar esta impresión de que la política europea estaba comenzando a reorientarse. Ilusiones que ya fueron disipadas, por ejemplo, por Pierre Khalfa /3 quien señaló los límites de “Super Mario” y las engañosas apariencias del plan Juncker.
Pero la decisión del BCE fue el silbato del fin del recreo y se redescubre que los principios de la austeridad europea no han variado lo más mínimo. El primer principio es que las deudas deben ser pagadas. En el caso griego, su consecuencia es particularmente clara. En 2012, la deuda griega gozó de un recorte (haircut); es decir, fue reestructurada. Pero dicha reestructuración era más bien modesta, puesto que, según las propias estadísticas de la Comisión Europea, la deuda pública griega pasó de 356 mil millones de euros a finales de 2011 a 305 mil millones a finales de 2012, es decir una reducción efectiva de 51 mil millones (14% del total). En realidad, se trató, sobre todo, de una reestructuración de los créditos de los bancos privados que mediante una reducción modesta, se vieron libres de esos créditos que se habían vuelto dudosos y que fueron asumidos en su gran mayoría por las instituciones europeas. Instituciones para las que se trataba del último esfuerzo para aliviar la carga de la deuda. Pero, siempre según datos oficiales, a finales de 2104 la deuda griega representa el 175,4% del PIB. Y el objetivo que se impone a Grecia es reducirla al 120%, es decir una reducción desmesurada e imposible de llevar a cabo sin diezmar al pueblo griego.
El segundo principio es el de la condicionalidad, que está omnipresente tanto en el Quantitative Easing de Draghi como en el plan Juncker: todas las ayudas monetarias o financieras están supeditadas a la aplicación de las famosas “reformas estructurales”, en línea con los mandatos de la Troika. Para comprender lo detallados y brutales que podían ser los enviados especiales de la Troika en sus prescripciones basta con consultar sus documentos oficiales (por ejemplo el balance del programa de ajuste griego/4 redactado por la Comisión Europea en abril de 2014).

Sem comentários:

Enviar um comentário