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domingo, 14 de junho de 2015

La geopolítica del declive mundial de Estados Unidos

Incluso para los más grandes imperios la geografía es a menudo destino. Sin embargo, esto no se lo enseñarán en Washington. Las elites políticas, de seguridad nacional y de política exterior estadounidenses siguen ignorando los fundamentos de la geopolítica que han conformado el destino de los imperios mundiales en los últimos 500 años. En consecuencia, no han entendido el sentido y la importancia de los rápidos cambios globales que se han producido en Eurasia y que están socavando la ambiciosa estrategia de Washington para dominar el mundo de las últimas siete décadas.
Una mirada superficial a lo que actualmente se entiende por "sabiduría" interna en Washington revela una concepción del mundo sorprendentemente insular. Fíjense por ejemplo en el científico político de Harvard Joseph Nye Jr., conocido por haber creado el concepto de "poder blando". Proporcionando una simple lista de las maneras en que él cree que el poder militar, económico y cultural de Estados Unidos sigue siendo único y superior, recientemente sostenía que no existe ninguna fuerza, interna o global, capaz de eclipsar el futuro de Estados Unidos como principal potencia mundial.
A quienes señalan la emergente economía de Beijing y proclaman este "el siglo chino", Nye les ofreció un listado de inconvenientes: la renta per cápita de China "tardará décadas (si es que lo logra) en alcanzar" la de Estados Unidos; de manera miope, ha "enfocado sus políticas principalmente en su región"; no ha "desarrollado ninguna capacidad significativa para la proyección de la fuerza global". Sobre todo, declaró Nye, China sufre "desventajas geopolíticas en el equilibrio de poder dentro de Asia, si se compara con Estados Unidos".
O dicho de otro modo (y en esto Nye es representativo de todo un mundo de pensamiento en Washington): con más aliados, barcos, combatientes, misiles, dinero, patentes y películas taquilleras que ninguna otra potencia, Washington gana definitivamente.
Si el profesor Nye dibuja el poder con números, el último mamotreto del ex secretario de Estado Henry Kissinger, modestamente titulado World Order [Orden mundial] y aclamado en las reseñas como nada menos que una revelación, adopta una perspectiva nietzscheana. El eterno Kissinger presenta la política mundial como si fuera plástico, es decir, sumamente susceptible de ser modelada por grandes líderes con deseos de poder. Según este criterio, siguiendo la tradición de los grandes diplomáticos europeos Charles de Talleyrand y el príncipe [Klemens von] Metternich, el presidente Theodore Roosevelt fue un intrépido visionario que impulsó "el papel estadounidense en la gestión del equilibrio Asia-Pacífico". Por otro lado, el sueño idealista de Woodrow Wilson de la autodeterminación nacional le volvió un inepto en geopolítica, mientras que Franklin Roosevelt estuvo ciego ante la inflexible "estrategia global" del dictador soviético Joseph Stalin. Harry Truman, por el contrario, superó la ambivalencia nacional para comprometer a "Estados Unidos en la conformación de un nuevo orden internacional", una política sabiamente seguida por los siguientes 12 presidentes.

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