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terça-feira, 30 de junho de 2015

Siete puntos para entender el referéndum griego

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, tres días después del ultimátum que le dieron los acreedores, tomó la decisión de convocar un referéndum que se celebrará solo diez días después de este ultimátum.
Tsipras fue elegido hace cinco meses con un programa político contra la austeridad y los programas de rescate (eufemísticamente llamados "memorandos"). 
Tras unas negociaciones con los socios de Grecia, pero en esta ocasión acreedores-prestamistas (la Comision Europea, el Banco Central Europea y el Fondo Monetario Internacional), que duraron 4 meses, la semana pasada, el Gobierno de Tsipras pareció ceder a la presiones de los acreedores y ofreció un programa de austeridad por valor de 8.000 millones de euros. En dicho programa se aumentaban los impuestos directos e indirectos, tanto para personas naturales como jurídicas, pero no se tocaban los salarios ni las pensiones.
Muchos, en la izquierda griega, consideraron esta propuesta una traición e incluso llegaron a solicitar a los diputados de Syriza (el partido del Tsipras) que el programa en cuestión no fuera aprobado en el Parlamento.
Los acreedores, sin embargo, dijeron que con este programa se podría llegar a un acuerdo aunque pidieron que llevara la firma de Tsipras y no la del ministro de Economía, una petición humillante para un primer ministro que, en paralelo, estaría traicionando los principios que le llevaron al poder. Tsipras, pese a todo, aceptó las condiciones porque entendió que dar carpetazo al tema de la deuda, en esos momentos, era más importante que el programa del partido.
Un ultimátum posterior, sin embargo, cambió las cosas. Tsipras ha llegado a calificarlo de "extorsión". En él se pedía a Grecia que aceptara un (nuevo) plan de rescate “exprés” que incluyera recortes de los salarios de los empleados públicos, recorte de las pensiones, incremento del IVA, liberalización total de las relaciones laborales, incluyendo el permiso de despedidos masivos en el sector privado y toda una serie de medidas antisociales. A cambio, los acreedores ofrecieron una cantidad de capital suficiente para que Grecia pagara todas sus deudas en 2015 y prometieron un acuerdo ulterior en unos meses. En realidad, de esta manera, los acreedores lo ofrecieron todo a cambio de nada.
Ningún Gobierno habría aceptado algo así. Tsipras, de hecho, comprendió la dimensión histórica del momento: "Nuestro objetivo es poner fin a la crisis de la deuda pública griega pero, en estos momentos, nuestra responsabilidad primera e histórica es en defensa de la democracia y la soberanía nacional. Y precisamente esa responsabilidad es la que nos obliga a responder al ultimátum con la voluntad del pueblo griego".
Tsipras convocó el referéndum y pidió a la UE y al Banco Central Europeo la liquidez suficiente hasta que el pueblo vote. Pero la UE y BCE no se la concedieron, arguyeron que Grecia no la “merecía”.
Al Gobierno griego, entonces, no le quedó más opción que establecer un control de capitales y esperar al referéndum, que se celebrará domingo que viene, el pueblo griego dirá No o Sí al ultimátum.
La historia se repite como farsa setenta años después de que las fuerzas fascistas del Eje ofrecieran un ultimátum a Grecia para capitular. Ahora, las "instituciones" (europeas + FMI), que son coaccionistas con Grecia en el proyecto de la UE (excluyendo el FMI) se comportan como enemigos contra el pueblo griego. Antes, por lo menos, sí se autodefinían como enemigos.

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