Desde los saqueados patios traseros de gringolandia se están levantando 
multitudes de desdichados para emprender un largo camino hacia el norte,
 en busca de una suerte de mítica tierra prometida o Eldorado. En 
realidad, se dirigen hacia el mayor responsable de su miseria, lo que, 
por cierto, muchos de ellos saben perfectamente. Pero siguen adelante, 
pese a sentir el intenso desprecio y el odio del rimbombante caudillo 
cuando, borracho de xenofobia y racismo, los tilda de “pistoleros” y 
“violadores”. Un discurso que sirve de invocación para que muchos 
civiles se disfracen y armen, deseosos de enseñar a la chusma quien 
manda. Por supuesto, se buscará cualquier excusa para recibir a la 
caravana de migrantes con la cruda fuerza policial y militar que se 
espera de un imperio. 
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