Visto desde fuera, los muros desteñidos del edificio de una sola planta
no desentonan ni un ápice con el ambiente de barrio venido a menos que
se respira en este arrabal de Quezón City, la urbe más poblada de toda Filipinas.
En el vano de la puerta, una perra amamanta a sus cachorros y gruñe al
visitante que, tras sortearlos ojo avizor, accede a un espacio sobrio
pero digno. Allí, entre retratos de mujeres de rostro ajado,
paneles informativos o recortes de prensa enmarcados, aguardan dos
ancianas de la organización Lila Pilipina, memoria viva de uno de los
capítulos más oscuros de la Segunda Guerra Mundial en Asia.
Sem comentários:
Enviar um comentário