El 25 de octubre de 1979 fue aprobado en referéndum el flamante Estatuto
de la Comunidad Autónoma Vasca. Digo flamante porque, según se
prometía, con el Sí las opuestas clases sociales y fuerzas políticas
entonces existentes iban a instaurar una «democracia» que aun amputada
por y supeditada a la Constitución monárquica aprobada en España un año
antes, pero no en Euskal Herria, se nos aseguraba que abriría un futuro
esplendoroso en el que todo sería posible. El PNV y la mayoría de
partidos aseguraban que tanto la Constitución como el Estatuto tenían
mecanismos internos que permitirían la unificación de los territorios
vascos y el desarrollo pleno de los derechos sociales, nacionales y
democráticos.
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