A nivel internacional existen importantes tratados y acuerdos que buscan abordar esta problemática, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica o el Protocolo de Nagoya, pero estos han resultado insuficientes. Ello se debe a que tales documentos no abordan con profundidad los fundamentos onto-epistémicos de la economía en la que se basa la biopiratería, a saber, la economía del conocimiento o, más bien, el capitalismo cognitivo. En este breve escrito, reflexiono sobre dos aspectos medulares en este tipo de economía: 1) las formas de explotación cognitiva y 2) la colonialidad constitutiva de su horizonte cultural o civilizatorio.
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