El sábado 10 de octubre, en Ankara, capital del Estado turco, una 
movilización por la paz y contra la guerra adelantada por el Estado 
turco en contra del movimiento rebelde kurdo PKK, terminó en una de las 
peores atrocidades de ese país. La manifestación, convocada por 
sindicatos de izquierda de larga trayectoria en el Estado turco, como 
KESK y DISK, así como por organizaciones de izquierda como el partido 
pro-kurdo HDP, fue agredida cobardemente por dos explosiones detonadas 
por atacantes suicidas. El número de muertos ha alcanzado a los 130, lo 
que la convierte en la peor atrocidad en este país, dirigida 
específicamente contra miles de personas que se concentraron a 
manifestarse por la vida y contra la muerte. Para echar sal a la herida,
 el acceso de ambulancias fue obstruido por la policía, en un acto 
deliberado cuyo único objetivo era agravar el dolor y aumentar el número
 de muertos. 
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