El Nuevo Gran Juego en Eurasia avanzó a pasos agigantados la semana
pasada después que Rusia lanzó 26 misiles crucero desde el Mar Caspio
contra 11 objetivos del Estado Islámico en Siria, destruyéndolos todos.
Esos ataques navales fueron el primer uso operacional de ultramodernos
misiles crucero SSN-30A Kalibr.
El Pentágono echó una mirada
por encima del hombro al itinerario de vuelo de esos misiles Kalibr –
capaces de atacar objetivos a 1.500 kilómetros de distancia. Se trata de
un preciso, claro, sucinto mensaje de Moscú al Pentágono y a la OTAN.
¿Quieres meterte conmigo, muchacho? ¿Tal vez con tus inmensos,
voluminosos portaaviones?
Además, fuera de la creación de lo
que es una zona de no-vuelo de facto sobre Siria y el sur de Turquía, el
crucero Moskva de la Armada Rusa, con 64 misiles barco-aire S-300 está
ahora atracado en Latakia.
A las proverbiales fuentes anónimas
estadounidense no les quedó otra alternativa que meter superdirecta,
inventando que cuatro misiles rusos descarriados cayeron en Irán. El
Alto Comando Ruso los ridiculizó; todos los misiles cayeron a unos 2
metros de sus objetivos.
El Pentágono ni siquiera sabía que los
Kalibr podían ser lanzados desde barcos pequeños –los Tomahawk
estadounidenses necesitan barcos mucho más grandes.
Lo mejor
que se le pudo ocurrir al Pentágono, fuera de sufrir una apoplejía
generalizada, fue lo que el comandante de NORAD, el almirante William
Gortney dijo al Consejo Atlántico que la aviación y los misiles crucero
de largo alcance rusos representan una nueva “amenaza” para la defensa
estratégica de EE.UU.
La amenaza de los misiles crucero rusos es un “desafío particular para NORAD y el Comando Norte”. Oh, no me diga.
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