Las estructuras de poder financiero y económico configuran, a través 
de los medios de información y persuasión que influencian (y que en 
muchas ocasiones controlan), la sabiduría convencional del país, que 
define cuáles son los términos y conceptos en el discurso 
político-mediático que deben considerarse aceptables, y cuáles no. En 
esta sabiduría convencional, el abanico de lo que es aceptable es 
bastante reducido, reciclándose siempre en una narrativa sesgada y 
manipulada a su favor. Un ejemplo de ello es la redefinición del abanico
 político, en el que la derecha, e incluso la ultraderecha, se presentan
 como centro, y la izquierda como extremista y radical.
Así, en 
España no parecen existir partidos ni de derecha ni de ultraderecha. En 
realidad, a los partidos conservadores (PP) o liberales (Ciudadanos) se 
los presenta como partidos de centro, o como máximo de centro-derecha, 
acentuando más el centro que la derecha. Y a los partidos que son de 
izquierda, como Podemos e Izquierda Unida, se los presenta como 
radicales o extremistas, cuyas propuestas son a todas luces 
irrealizables por su clara inoperancia. Este sesgo es incluso más 
acentuado en los medios de información económica, que en España alcanzan
 unos niveles exagerados de sesgo y discriminación.
Otro tanto 
ocurre con la cobertura que los medios hacen sobre las alternativas 
políticas a nivel internacional. Así, hemos visto un consenso entre los 
mayores medios de información y persuasión españoles en su presentación 
del líder del Partido Laborista, el Sr. Jeremy Corbyn, como un personaje
 radical, claramente inelegible debido a que sus propuestas están 
excesivamente alejadas de lo que las estructuras del poder económico y 
financiero consideran aceptable. Con ello se le intenta marginar, 
atribuyendo esta marginación a que sus propuestas son tan lejanas del 
sentir popular del país que hacen imposible que pueda salir elegido en 
el Reino Unido.
A la luz de esta situación, es interesante 
analizar la propuestas del Sr. Corbyn una por una, y ver si son tan 
exageradas e impopulares a nivel de calle como indican los 
establishments financieros-económicos-mediáticos-políticos que ejercen 
una enorme influencia tanto en el Reino Unido como en España.
Hagamos,
 pues, una lista de las propuestas supuestamente extremistas de tal 
político, político que, por cierto, fue elegido como líder del Partido 
Laborista por nada menos que el 60% de sus bases, muy por encima de los 
otros candidatos considerados más razonables, moderados o realistas (y 
un largo etcétera de adjetivos usados en los medios para definirlos), 
que alcanzaron unos porcentajes muy inferiores: Burnham 19%, Cooper 17% y
 Kendall 4,5% (todos ellos discípulos de Tony Blair —fundador del 
socioliberalismo—, uno de los políticos menos populares hoy en el Reino 
Unido).
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