Donald Trump, en abierta violación de las leyes internacionales y de
todos los tratados firmados por Estados Unidos desde la formación misma
de la ONU, nombró dirigente de la CIA a una teórica, practicante y
organizadora de la tortura masiva como método de información. Al mismo
tiempo, echó como a un perro a su ministro de Relaciones Exteriores - un
general, o sea un especialista en guerras que sabe lo que éstas
implican- y agravó mucho el peligro de una guerra nuclear, como
demuestra el documentado artículo del 15 de marzo de John Saxe Fernández
en estas páginas. Para completar el cuadro, mantiene la venta de armas,
niega el recalentamiento global y la contaminación atmosférica, fomenta
el fracking y la industria petrolera y, frente al peligro de extinción
de los elefantes, autorizó la importación de colmillos de marfil como
trofeo de caza. Además, mediante el proteccionismo para el acero y el
aluminio y productos agrícolas, desestabiliza la economía de sus
gobiernos siervos, como el argentino o el brasileño y la de sus aliados y
tributarios de la Unión Europea, provocando una guerra económica contra
ésta y China.
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