La víctima de la tortura se alzaba ante su torturador preguntándose a
qué tipo de abuso la someterían esta vez en la infame Agencia 215,
conocida también como la Brigada de Asalto, bajo la dirección de la
inteligencia militar en Damasco. ¿Se trataría de una paliza despiadada o
de otro ataque sexual contra su cuerpo ya destrozado?
El
inicio del interrogatorio se interrumpió repentinamente ante una llamada
telefónica y la víctima observó y escuchó con incredulidad cómo la voz
reidora que se percibía en la línea hacía que el torturador mostrara una
cálida sonrisa. El hombre suavizó el tono de su voz automáticamente,
porque ese es el efecto que la mayoría de las hijas consiguen de sus
padres.
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