Estamos comenzando lo que llaman la “desescalada hacia una nueva
normalidad”. Vayamos por partes. Lo de desescalada se entiende bien,
aunque los filólogos sean críticos con el palabro. Se trata de
ir aligerando, gradualmente y según edades y actividades, las medidas de
confinamiento de la población y de paralización (lo llaman hibernación)
de la vida económica y social. A los niños se les permite ya salir al
aire libre una hora al día y los adultos podremos hacer lo mismo desde
el próximo sábado. Muy controladamente, desde luego, y sin que ello
suponga el ansiado encuentro con familiares y amigos, ni que podamos
volver a desayunar mientras leemos la prensa en la abacería de la
esquina, o tomarnos una caña en el bar en que solíamos.
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