Footprints - Praia do Castelejo, Vila do Bispo, Algarve

quinta-feira, 4 de maio de 2017

1917. Cuatro notas en el centenario de la revolución bolchevique

1. 1917 es una fecha germinal, que puso ante la mirada de los trabajadores del mundo la certeza de que acabar con el capitalismo y construir el socialismo es posible. En esa fecha termina el viejo mundo burgués que había ensangrentado el planeta en el siglo XIX y se inicia una nueva era, donde la unión obrera y socialista creada por la revolución bolchevique se enfrentará al proyecto de modernidad capitalista que representó el nazismo. La revolución bolchevique cambió de manera radical el destino de Rusia y del mundo. Cincuenta años después de la publicación de El capital, Rusia se convertía en una referencia global, y la revolución llevó al país a ser una de las dos superpotencias mundiales. El empeño de la derecha liberal de rebajar la revolución bolchevique a una suerte de “golpe de Estado” no tiene ninguna credibilidad, más allá de su utilidad propagandística para la derecha, ni resiste la prueba de los hechos: la revolución de octubre contó con un impresionante apoyo popular que, empezando en Petrogrado, recorrió toda la geografía rusa, en un clima revolucionario donde millones de trabajadores, soldados y campesinos se organizaban y se reconocían en los sóviets. Esa revolución puso la igualdad entre los seres humanos en el centro de los objetivos políticos y de las demandas universales, y se embarcó en la construcción de una sociedad sin clases, al tiempo que hacía visible el protagonismo de las muchedumbres obreras en los combates políticos del siglo XX. Tampoco fue un baño de sangre: se olvida con frecuencia, pero la revolución bolchevique apenas causó seis muertos, y fue la intervención imperialista para ayudar a los restos del zarismo lo que hizo estallar la guerra civil posterior que causó una mortandad que superó a la de la gran guerra. Si de 1914 a 1917 Rusia padeció entre dos y cuatro millones de muertos, esa agresión de las potencias capitalistas en la Rusia revolucionaria, tras el fin de la gran guerra, causó ocho millones de muertos más a causa de los combates, de la destrucción de las cosechas y del hambre. Sobreponerse a esa situación, reconstruir el país, fue una tarea de titanes, pero no sería la peor prueba del siglo XX para Rusia. La revolución superó un acoso que ningún otro país en el siglo XX tuvo que soportar: del ataque de esas trece potencias capitalistas (desde Estados Unidos hasta Francia, de Checoslovaquia a Gran Bretaña, de Polonia a Japón) que apoyaron a los blancos zaristas en la “guerra civil” de los años veinte, se pasó a las amenazas latentes de Londres y París y, después, al ataque de la Alemania nazi que abrió la Segunda Guerra Mundial donde la URSS perdió a veintisiete millones de ciudadanos. Suele prestarse poca atención al hecho de lo que supuso administrar un país que había perdido casi cuarenta millones de personas en un lapso de treinta años, y ponerlo a la cabeza del desarrollo en el mundo posterior a la guerra de Hitler. Además, en la postguerra, cuando casi no se había iniciado la reconstrucción, tuvo que hacer frente a la presión occidental derivada de la doctrina Truman que dio inicio a la guerra fría.

Sem comentários:

Enviar um comentário