El presidente palestino Mahmoud Abbas se reunirá con Donald Trump en
la Casa Blanca el miércoles para discutir acerca de revivir el cadáver
del proceso de paz, frío desde hace tiempo.
De vuelta a casa,
las cosas se están calentando. Hay ira en Cisjordania, tanto en las
calles como en las filas del movimiento Fatah de Abbas. El detonante es
la huelga de hambre de los presos palestinos iniciada hace dos semanas.
El jueves pasado los palestinos cerraron sus negocios en una muestra de
solidaridad y al día siguiente los jóvenes se enfrentaron con el
ejército israelí en un “día de furia”.
Aproximadamente un
cuarto de los 6.500 presos políticos encarcelados por Israel - casi
todos ellos en territorio israelí, en violación del derecho
internacional - están rechazando los alimentos en protesta por el trato
degradante. Quieren reformas en el sistema industrial de prisiones de
Israel. Unos 800.000 palestinos – el 40 % de los hombres - han pasado
por las celdas de Israel desde 1967.
Israel espera quebrar el
ánimo de los presos. Ha encerrado a los líderes en régimen de
aislamiento, niega a los presos el acceso a un abogado, les ha quitado
las radios y la semana pasada comenzó a confiscar sus raciones de sal -
el único sustento junto con el agua que están tomando los presos.
La huelga está dirigida por Marwan Barghouti, el líder palestino de más
alto rango en la cárcel y el más popular, según las encuestas.
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