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terça-feira, 2 de maio de 2017

La luna de miel de los generales

MOAB parece más el nombre de un reino bíblico, incestuoso y desgarrado por la guerra, que el de la bomba GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast, apodada “la madre de todas las bombas”. Aun así, concedámosle crédito a Donald Trump. Solo los bombas real, realmente grandes, ya sean los artefactos nucleares de Corea del Norte o la MOAB de casi 9.800 kilos, son las que le llaman la atención. Él ni siquiera estuvo involucrado en la decisión de disparar la mayor bomba no nuclear del arsenal estadounidense en su primera acción bélica, pero sus queridos generales –“tenemos los mejores militares de la Tierra”– ya conocen al hombre para el que trabajan, y para él lo mejor es lo más grande, lo más llamativo, lo más explosivo y lo más decisivo.
Desde luego fue impresionante la imagen en blanco y negro del primer lanzamiento de una MOAB mostrada en Fox News, más que en Afganistán, la que atrajo al presidente. Cuando él estaba visiblemente encantado por todos esos atrayentes misiles de crucero Tomahawk –el equivalente de tres bombas MOAB–­ zumbando al partir desde la cubierta de los destructores estadounidenses en el Mediterráneo oriental para –como magníficos fuegos de artificio– alcanzar un aeródromo sirio, ¿o en realidad era uno iraquí? “Acabamos de disparar 59 misiles”, dijo el presidente; “todos ellos dieron en el blanco. Algo prodigioso; ya sabéis, después de volar cientos de kilómetros, todos dieron en el blanco, asombroso... Es tan increíble, tan brillante. ¡Genial! Nuestra tecnología, nuestros equipos, son cinco veces mejores que los de cualquiera.”

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