Estados Unidos comenzó a construir su imperio a escala mundial
durante la Segunda Guerra Mundial y el periodo posterior a esta.
Washington intervino directamente en la guerra civil china
(proporcionando armas al ejército de Chiang Kai-shek mientras el
Ejército Rojo luchaba contra los japoneses), apoyó la guerra de
recolonización de Francia contra el Viet Minh en Indochina e instaló
regímenes títere en Corea del Sur, Taiwán y Japón.
Mientras el
imperio se edificaba a trompicones, con avances y derrotas, el objetivo
estratégico seguía siendo el mismo: prevenir el establecimiento de
gobiernos comunistas o nacionalistas laicos independientes e imponer
regímenes vasallos compatibles con los intereses de Estados Unidos.
Las armas empleadas fueron guerras y golpes de estado sangrientos
(“cambios de régimen”). Los regímenes coloniales europeos derrotados
fueron reemplazados e incorporados como aliados subordinados a Estados
Unidos.
Para realizar las conquistas imperiales, Washington
utilizó siempre que estuvo en su mano a ejércitos de mercenarios
entrenados, equipados y dirigidos por 'asesores' estadounidenses. Cuando
esto no fue suficiente, por lo general si el régimen clientelista y las
tropas vasallas se mostraban incapaces de derrotar al ejército del
pueblo, las fuerzas armadas de Estados Unidos intervinieron
directamente.
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