Quizás no haya ningún ámbito de la realidad social donde sea mayor el
desconocimiento existente sobre los procesos que inciden en la vida de
la gente que en todo lo relacionado con las finanzas modernas. Podríamos
decir que hay una relación inversamente proporcional entre la
relevancia de los formidables efectos que producen sobre la vida
cotidiana de las personas y el conocimiento que se tiene del
funcionamiento de esos mecanismos: no entendemos las fuerzas que mueven
el mundo en el que vivimos. El papel de la banca en la planificación de
la actividad económica, el funcionamiento de los omnipotentes mercados
financieros, la teoría económica con mando en plaza en todas las
plataformas mediáticas y cátedras académicas y los resortes ocultos de
las políticas austericidas neoliberales son incomprensibles para la
mayor parte de la población, directamente afectada por sus efectos. Todo
ello dista mucho de ser casual. La incomprensión de los mecanismos a
través de los cuales se ejerce el poder social efectivo es perfectamente
funcional a la docilidad y la alienación que propician el alejamiento
de las clases populares de la peligrosa tentación del antagonismo. Las
reglas que rigen el poder real son ajenas a cualquier control
mínimamente democrático.
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