El 28 de octubre pasado tuvo lugar el desastre anunciado: en las
octavas elecciones desde el final de la dictadura (1985) el excapitán
Jair Bolsonaro ganaba las elecciones presidenciales y con ello el
ejecutivo del más grande país latinoamericano y séptima potencia mundial
(con 209 millones de habitantes). Reunía así más del 55 % de los votos
(58 millones de votos válidos), esto es, casi 10 millones más que en la
primera vuelta, como corolario de una campaña centrada en un discurso
abiertamente fascista en el que destacaron las provocaciones racistas,
misóginas y homófobas .
Su “argumento de venta” fue su
hostilidad hacia el partido de los trabajadores (PT) de centro izquierda
que se mantuvo en el poder entre 2002 y 2016, al tiempo que calificaba
de “terroristas” a los militantes de los movimientos populares,
especialmente a los sin tierra, sin techo y a los sindicalistas.
Partidario de liberalizar la tenencia de armas, de la militarización de
las favelas, admirador de Trump y de Pinochet, se fabricó una
imagen de candidato antisistema y anticorrupción aunque es parlamentario
desde hace tres décadas… Su campaña financiada sin control alguno por
grandes grupos capitalistas también fue la de las “fake news” y de un
uso masivo de las redes sociales contra su adversario del PT, Fernando
Haddad.
Sem comentários:
Enviar um comentário