Qué pueden tener en común Miami y Cúcuta, dos ciudades distantes entre
sí por unos 2.200 kilómetros y que además tienen enormes diferencias en
cuanto a nivel de vida, desarrollo arquitectónico, potencial económico y
riqueza? A primera vista nada, porque en efecto las diferencias son
abrumadoras, como lo indican unos datos de tipo general de la capital de
Norte de Santander. En Cúcuta, con 750 mil habitantes, 40 de cada 100
no pueden cubrir sus gastos básicos; la tasa de informalidad es del 70%;
el 40% de sus habitantes son pobres, 281 mil personas, y el 8.5% vive
en la pobreza absoluta, unas 60 mil personas; es la ciudad con mayor
exclusión de todo el país; el 1% de la población se desempeña en
actividades ilícitas relacionadas con el contrabando de mercancías
venezolanas, como gasolina, alimentos y medicamentos; sólo el 25,32% de
la población tiene acceso al agua potable, y el 74,68% recurre a fuentes
hídricas de origen ilegal; existe un déficit habitacional de 60 mil
viviendas y el 90% de los pobres se apiñan en cinco barrios de tugurios;
el desempleo reconocido es del 17% y en las calles laboran diariamente
15 mil niños…
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