Los muros de la democracia estadounidense son de dos géneros: uno es
cultural y el otro estructural. Ambos, con un antiguo objetivo: mantener
el poder en manos de una minoría que se representa como mayoría.
Veamos el muro cultural, primero, pero empecemos por su lado positivo.
Los llamados "Padres fundadores" fueron una elite de intelectuales,
reflejo de las nuevas y radicales ideas europeas que, m á s o menos,
encontraron un espacio en el nuevo continente que no tenían en el viejo,
de la misma forma que lo hizo el cristianismo en Europa y no en la
Palestina judía. Es decir, un territorio menos codiciado por los
imperios del momento y menos acosado por la tradición milenaria de ideas
fosilizadas. Thomas Jefferson se había hecho ciudadano francés antes de
ser presidente de Estados Unidos y todos los demás tenían, de alguna
forma, una profunda admiración por los filósofos de la ilustración, sino
directamente por la cultura francesa. Las ideas de Jefferson, como la
de los otros fundadores, no sintonizaban mucho con el resto de la
población, al extremo de que sus libros fueron prohibidos en muchas
bibliotecas bajo la exagerada acusación de ser ateo. La idea de crear un
muro espeso que separase religión de gobierno era demasiado radical.
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