En marzo de 2019, buena parte de la base Offutt de la Fuerza Aérea en
Nebraska (sede del USSTRATCOM, el Comando Estratégico estadounidense)
fue inundada por el desbordamiento del río Missouri. En esa base se
encuentran los Doomsday (Boeing 4B o “aviones del juicio final”) y los Boeing E-4, Nightwatch,
aviones equipados como “centro de mando” para el presidente, el jefe
del Pentágono y los generales del Estado mayor norteamericano, desde
donde dirigirían una guerra nuclear. Más de sesenta edificios castrenses
se vieron anegados por el agua. Dos meses antes, el Pentágono había
elaborado un informe advirtiendo al gobierno norteamericano de que el
cambio climático pondrá en grave riesgo a casi el setenta por ciento de
las bases militares y cuarteles del país. Mientras Trump negaba la
quiebra ecológica (“el concepto de calentamiento global fue
creado por China para perjudicar a la industria norteamericana”,
afirmó), la inundación de la base Offutt de Nebraska se convertía en un
alarmante signo de la crisis ecológica y, también, en una metáfora
inquietante para Washington de la decadencia del poder norteamericano en
el mundo. Declive que, no obstante, debe matizarse, porque Estados
Unidos continúa poseyendo el más poderoso ejército de la historia. Los
años corren veloces, pero el tiempo histórico carece de premuras:
Wallerstein ya hablaba, en 2002, de Estados Unidos como “un poder
hegemónico en declive”, cuyos primeros signos situaba en los años
setenta del siglo XX.
Sem comentários:
Enviar um comentário