A medida que la crisis ecológica se profundiza y nos lleva al célebre
“punto de inflexión” –que nos aproxima a una catástrofe planetaria–
intentan convencernos de que el “reverdecimiento” de la economía mundial
nos apartará de un futuro muy negro. De alguna manera, contra toda
lógica, hemos adoptado una fe colectiva en la disposición de los
gobiernos y las grandes empresas por hacer lo correcto. La huella de
carbono se verá drásticamente reducida gracias a una combinación de
estratagemas de mercado y tecnologías mágicas. Y, según avance sin
complicaciones la mitigación del efecto invernadero, las fuerzas
dominantes podrán volver a hacer lo que mejor se les da hacer:
entregarse a su religión de acumulación y crecimiento sin límites.
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