El pesimismo es un reflejo de los tiempos sombríos que vivimos. Walter
Benjamin sostenía que había que organizarlo, lo cual equivale a decir
que hay que politizarlo, darle sentido y proyección para que genere
conciencia y movilización.
El pesimismo organizado y politizado puede
ser un eficaz antídoto a la tentación populista la cual, más allá del
debate sobre su contenido, se presenta como una forma de generar
esperanzas e ilusiones, crear y tomar atajos para conquistar al poder
político. Una forma no populista de hacer política desde la izquierda
anticapitalista, sin caer en actitudes sectarias y jugar un papel
simplemente testimonial, requiere pensar de forma antitética las formas,
los territorios y los ritmos de la lucha.
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