De todos los factores que pueden incidir en el hecho de que un ser humano sea pobre, ninguno influye tanto como el género.
Las
mujeres son, a lo largo y ancho del planeta, las que más sufren la
desigualdad y la pobreza. Son múltiples los factores que influyen para
crear esta realidad: la disparidad de ingresos, el menor acceso de las
niñas a la educación, los estereotipos (que suponen un freno a estudiar
determinadas carreras o acceder a trabajos más cualificados), el doble
turno (el trabajo de cuidados y doméstico que en su mayoría afrontan
tras su jornada laboral) o la brecha salarial, entre otros.
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