El entusiasmo de Egipto por arbitrar entre las dos facciones palestinas
enfrentadas, Hamas y Fratah, no es fruto de una súbita concienciación.
De hecho, El Cairo ha desempeñado un papel destructivo manipulando a su
favor la división palestina al tiempo que mantenía el paso de Rafah
cerrado a cal y canto.
Sin embargo, los dirigentes egipcios actúan
claramente en coordinación con Israel y Estados Unidos. Aunque el
lenguaje utilizado por Tel Aviv y Washington es bastante cauteloso
respecto a las actuales negociaciones entre ambos partidos palestinos,
si se observa con detenimiento, su discurso político no es enteramente
desdeñoso respecto a la posibilidad de que Hamas participe en un
gobierno de unidad encabezado por Mahmoud Abbas.
Los comentarios
del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu a primeros de octubre dan
validez a esta afirmación. No rechazó categóricamente un gobierno de
Fata y Hamas, pero según Times of Israel,
exigió que “cualquier futuro gobierno palestino disuelva el ala armada
de la organización terrorista (Hamas), rompa toda relación con Irán y
reconozca el Estado de Israel”.
También al presidente egipcio
Abdel-Fattah el-Sisi le gustaría ver un Hamas más débil, un Irán
marginado y un acuerdo que vuelva a situar Egipto en el centro de la
diplomacia de Oriente Próximo.
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