El arte destruye el silencio, (Dmitri Shostakovic)
El 17 de enero de 1966 dos aviones de la U. S. Air Force, uno de los
temidos bombarderos B-52 y su avión nodriza, chocaron en una operación
rutinaria de abastecimiento de combustible sobre el territorio soberano
español. Acto seguido se precipitaron en las inmediaciones del pueblo
andaluz de Palomares. Con ellos se desprendieron cuatro bombas de
hidrógeno. Dos de ellas se rompieron en tierra, esparciendo uranio y
plutonio a lo ancho de una superficie de varios kilómetros cuadrados.
Las otros dos cayeron en el mar. Las autoridades políticas españolas, el
ejército nacional y la guardia civil cerraron inmediatamente el acceso
de la zona afectada y sitiaron a su población, mientras el aparato del
estado y sus monopolios de comunicación abrieron una campaña mediática
para desmentir los acontecimientos y sus trágicas consecuencias
ecológicas y humanas.
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