Dos son los principales argumentos por los que muchas personas 
votaron a la extrema derecha en Brasil: el combate al delito y a la 
corrupción. El legítimo reclamo de muchos electores es simple: las 
personas quieren vivir en paz y con seguridad, no quieren trampas ni 
abusos, desean prosperidad para ellos y sus familias. Pues bien: 
Bolsonaro, los que mueven los hilos detrás de él y los que lo apoyan, 
representan todo lo contrario. 
 Si logra vencer en la segunda 
vuelta electoral, no combatirá a los corruptos en el parlamento, el 
aparato del Estado, el empresariado o los medios porque los necesita 
para gobernar. 
 Si Bolsonaro triunfa, no traerá la paz sino la guerra. 
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