Es pequeña. Para hablar de sí misma no usa "joven", usa "pequeña". 22 años,
a la sazón. A falta de entregar el TFG para poder decir, con todas las
de la ley, que es trabajadora social. Pero con cuatro años a sus
espaldas de trabajo social del de verdad, del de hacer algo. La historia
de Alejandra Acosta es la de una chica normal que decidió embarrarse por pura convicción personal y se metió en el peor de los charcos: el de la trata de personas."He
conocido cosas del ser humano que me dan ganas de vomitar negro",
reconoce, y su gesto es el de alguien que, efectivamente, ha visto lo
que nadie quiere ver. Ha conocido a chicas como ella que han sido esclavas sexuales
durante su adolescencia, a adultas que han salido del más sucio de los
agujeros y ni siquiera son conscientes, pero todo empieza mucho antes de
eso. Todo empieza con una conferencia, con muchas lágrimas y con una
ruptura.
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