No se puede hablar de derechos humanos y democracia un país cuyo sistema
electoral es corrupto por naturaleza y tiene un gobierno de
millonarios, destinado a aplicar medidas salvajes contra las familias de
menos ingresos, los pobres, las minorías y los inmigrantes. Un país en
el que, en las campañas electorales y los procesos políticos, no hay
límites éticos, se promueve el odio, la división, el egoísmo, la
calumnia, el racismo, la xenofobia y la mentira. En el que el dinero y
los intereses corporativos son los que definen quién será electo.
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