Desde que Bodino escribiera Los seis libros de la República en 
1576, el concepto de soberanía ha recorrido un largo camino. En un 
principio se asociaba al Estado absolutista e implicaba la potestad de 
expedir y derogar leyes y obtener la obediencia de los súbditos sin 
necesidad de su consentimiento. Sin embargo, no será hasta bien entrado 
el siglo XVIII, tras un arduo conflicto social y político, que se 
reconozca al pueblo como verdadero titular de la soberanía y se afirme 
el papel de la ley como expresión de la voluntad popular. Había hecho su
 aparición Rousseau. Desde entonces, la idea de soberanía ha sido 
desarrollada y matizada por innumerables pensadores, generalmente en el 
sentido de establecer límites al poder del Estado e introducir garantías
 frente a la arbitrariedad. Pero conservando siempre aquella sustancia 
que había identificado Rousseau y que está en la base de la democracia: 
la capacidad de los pueblos de autogobernarse y decidir el modelo 
social, económico y político en el que desean vivir. 
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