La especie humana se ha convertido en una amenaza para la vida en el
planeta. Tras 40.000 generaciones, su desarrollo lo ha conducido a una
trágica encrucijada de su propia autoría. Tiene ahora que decidir, con
urgencia, que ruta tomar: continuar modificando las condiciones
naturales que han permitido el desarrollo de la vida en la Tierra como
la conocemos, o tomar el desvío, en reconocimiento de que somos parte
inextricable del tejido de la vida y que continuar rasgándolo amenaza
nuestra propia existencia.
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