Muy pronto estaremos celebrando el Centenario del Surrealismo (1924) y con él sus Manifiestos [1],
que siguen vigentes y desafiantes como en la primera hora: el Amor y la
Poesía como fuentes Revolucionarias; la “realidad” del “establishment”
como mascarada ideológica y emboscada para esconder las verdades
humanas; Revolución en las potencias lúdicas, eróticas y creadoras como
vertederos de libertad y Arte; como fuerza para la transformación del
mundo. (Bonet) “Breton sigue siendo un irrecuperable. Su inmenso
proyecto –necesariamente inacabado– de fusión alquímica entre el amor
loco, la poesía de lo maravilloso y la revolución social es inasimilable
para el mundo burgués y filisteo. Permanece irreductiblemente opuesto a
esta sociedad y tan duro de roer como un hueso –un hermoso hueso,
semejante a los que los indígenas de las islas Salomón llenan de
inscripciones e imágenes– atravesado en el gaznate capitalista”.
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