Recuertda Ricardo Stucker, eterno fotógrafo del expresidente,
que Mino Carta, visitó a Lula preso en mayo de 1980. Estaba en la cárcel
del Departamento de Orden Político y Social, al cuidado del delegado
Romeu Tuma, que se preocupaba por traer a la presencia del entonces
sindicalista a su mujer y sus hijos, sin contar que le servía
frecuentemente calamares fritos. Fue a visitarlo en compañía de Raymundo
Faoro y, recibidos hidalgamente, tuvieron la posibilidad de una
conversación directa con el presidente del Sindicato de los Metalúrgicos
de São Bernardo do Campo en la oficina de Tuma, de la cual el titular
se retiró para estuvieran más cómodos. Pasaron poco más de 39 años y
comenzaron a conversar, ahora en la Superintendencia de la Policía
Federal en Curitiba, a partir de ese recuerdo. En el fondo, desde
entonces, todo empeoró bastante, con el intervalo de un gobierno del
propio Lula, de esperanzas hoy perdidas. Pero no por el entrevistado,
capaz de creer que, en un plazo a ser definido por el destino, será
reconocido como víctima de un golpe que pretendió impedir su
participación en las elecciones de 2018 y demonizarlo, así como a su
partido. “La mayor canallada de la historia de este país”.
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