No fue una ola, sino un colorido tsunami lo que,
el 8 de marzo de 2019, inundó las calles de Santiago, bajo un sol
radiante y... la mirada torva de muchos carabineros
Para celebrar esta primera huelga feminista de la historia de Chile,
más de 350.000 personas cantaban, bailaban, armaban alboroto en el
centro de la capital. Mujeres sobre todo, jóvenes en su mayoría.
Algunas, con el cuerpo pintado, se manifestaban en familia, con sus
parejas, sus hijos. Perros callejeros acompañaban esta marcha alegre y
furiosa, el Día Internacional de la Mujer.
Las abuelas
sobrevivientes de la represión de la dictadura del general Augusto
Pinochet (1973-1989) y las militantes en defensa de los derechos humanos
estaban allí. Al igual que Alicia Lira, presidenta de la Agrupación de
Familiares de Ejecutados Políticos, marchaban con las fotografías de sus
desaparecidas. “Las razones por las cuales la dictadura las asesinó son
exactamente las mismas por las cuales marchamos hoy: querían construir
una sociedad de personas libres e iguales”.
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