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segunda-feira, 16 de março de 2015

"Las prisiones de EE.UU. son las nuevas plantaciones de esclavos"

Barcelona - La militarización del control de la inmigración y la conversión de la frontera de Estados Unidos con México en una zona casi de guerra beneficia a la industria militar privada y a las empresas que gestionan las cárceles.
Luis Martín-Cabrera, republicano errante, residente en Estados Unidos desde los años noventa, lo cuenta en su libro de crónicas Insurgencias invisibles: resistencias y militancias en Estados Unidos (La oveja roja).

¿Las cárceles son un negocio en Estados Unidos? ¿Hay lucro en la detención de inmigrantes?

Cuando se puso fin a la segregación legal con las leyes Jim Crow, comenzó el levantamiento del complejo industrial de prisiones. Las prisiones públicas se privatizaron, incluso los centros a los que llevan a los inmigrantes indocumentados, y hoy se lucran con el encarcelamiento de personas fundamentalmente pobres y de color. La detención es un negocio y, además, una forma de gobernanza: se usa la prisión para solucionar los problemas de superpoblación de las ciudades, la falta de acceso a los servicios públicos, etc. La prisión no es un lugar donde vas a reformarte para volver a la sociedad; es un lugar al que vas para perder tus derechos definitivamente, y donde vas a trabajar a mitad de precio o gratis. Las prisiones de Estados Unidos son las nuevas plantaciones de esclavos. El joven afroamericano que entra en una de estas prisiones nunca más va a salir: no puede votar, no puede acceder a programas de salud y educación, de facto pierde todas las facilidades de un ciudadano estadounidense. Es un negocio. California, que tiene fama de progresista, es el estado con más población reclusa de todo el país. Tanto es así que hace dos o tres años la Corte Federal decretó que tenía que soltar a algunos de los presos que tenía porque la situación de hacinamiento en las prisiones era ya insostenible. Además, si el Estado te paga por recluso, cuantos más reclusos tengas, más negocio tienes, entrando en una espiral perversa. 
En vez de reforma migratoria, se ha militarizado todavía más el trato a los migrantes, véase el caso Ferguson. ¿Cuáles son las reacciones? 

Mientras siga existiendo un capitalismo cada vez más dominado por el complejo industrial militar y de prisiones, es muy difícil que haya reformas migratorias. En Estados Unidos hay una militarización creciente de la vida pública en general y un aumento desproporcionado de los aparatos de control y seguridad. Por ejemplo, la nueva rectora del sistema de universidades públicas de California, Janet Napolitano, antes era jefa del Homeland Security. Era la encargada de deportar y militarizar la vida de millones de personas sin papeles. Entonces, parece que las universidades se transforman también en un aparato de control y vigilancia. Aunque no se puede generalizar completamente, los padres de mis estudiantes, sobre todo si son la primera generación, tienden a ser apolíticos o bastante tradicionales. ¿Qué va a pensar una señora que a lo mejor está fregando por la noche en un concesionario de coches de Toyota? No tiene tiempo, está demasiado explotada, y el miedo funciona. Pero sus hijos que van a la Universidad sí que se dan cuenta del funcionamiento del sistema. Ellos ya saben que su situación no es un drama sin causa, sino que es el resultado de un proceso que está diseñado precisamente para mantenerlos en los arrabales de la ciudadanía. Si Obama tuviera una conciencia al menos socialdemócrata aprobaría por decreto ley el derecho de las personas sin papeles a vivir sin miedo y con dignidad, porque además son de los más productivos. Otra paradoja es que esta gente que más trabaja y que vive en la periferia de la ciudadanía son los que más a menudo están acusados de ser vagos, cuando les parten el cuerpo trabajando literalmente. La esperanza de vida de la clase trabajadora latina está por debajo de la del país. 

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