El fiasco occidental en los inicios de la crisis del
virus, se conduce hacia un incremento de la agresividad contra el nuevo
enemigo chino.
Con la economía mundial en ruta hacia su mayor depresión desde la
gran crisis de 1929 (FMI dixit) y entre nerviosas advertencias de sus
propios partidarios de que la superpotencia imperial por excelencia
podría estar perdiendo terreno en esta crisis ante su principal
adversario, se abre paso de manera frenética la búsqueda de un culpable.
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