En estos días tristes se impone la evidencia de que no estábamos
preparados para lo que ha caído sobre nosotros, pero lo que no es
cierto, por más que se nos predique desde altos púlpitos mediáticos, es
que fuera inevitable no estarlo. La raíz del desastre son las partidas
presupuestarias que van cada año inexorablemente a donde siempre han
ido, con la lógica perversa de la inercia y escasa previsión en lo que
respecta a un bien tan precioso como es la salud. Así se consiguió que
nadie en los círculos de decisión política escuchara las advertencias de
los científicos que hablaban de coronavirus peligrosos, de posibles
epidemias, de la necesidad de tomar precauciones. La dinámica que se
impone es la del mercado, el beneficio a corto plazo… Y entonces viene
un tsunami de realidad y despertamos.
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