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sábado, 19 de março de 2016

Dinero, poder y petróleo


 Hace tiempo que los críticos cuestionan que la intervención violenta en Libia fuera necesaria. Los correos electrónicos de Hillary Clinton que recientemente han visto la luz confirman que toda la operación no tuvo tanto que ver con proteger al pueblo libio de un dictador como con el dinero, la banca y abortar el proceso hacia la soberanía económica africana.
Los medios de comunicación calificaron la breve visita de Hillary Clinton a Libia en octubre de 2011 como una “vuelta al ruedo”. “¡Llegamos, vimos, murió!” alardeó Hillary en una entrevista concedida a la CBS cuando se supo de la captura y brutal asesinato del líder libio Muamar el Gadafi.
Pero la vuelta al ruedo fue prematura, según opinan Scott Shane y Jo Becker en el New York Times. El Departamento de Estado de EE.UU. relegó a Libia a un segundo plano “mientras el país se desintegraba en un caos que desembocaría en una guerra civil cuyas consecuencias fueron la desestabilización de la región, lo que alimentó la crisis de refugiados en Europa y permitió que el Estado Islámico estableciera una base segura en el país, que Estados Unidos ahora intenta desesperadamente contener”.
EE.UU. y la OTAN justificaron su intervención por razones humanitarias cuando se conocieron informes de atrocidades masivas; pero las organizaciones de derechos humanos cuestionaron estas afirmaciones tras averiguar la falta de evidencias. Sin embargo, en la actualidad sí que están teniendo lugar atrocidades verificables. En palabras de Dan Kovalik en el Huffinton Post, “la situación de los derechos humanos en Libia es desastrosa y miles de detenidos [incluyendo niños] se pudren en cárceles sin ser sometidos a un proceso judicial […] Los secuestros y asesinatos planificados están fuera de control”.
Antes de 2011, Libia había conseguido la independencia económica, contaba con su propia agua, su propia alimentación, su propio petróleo, su propio dinero y su propio banco estatal. Con Gadafi, había dejado de ser uno de los países más pobres para convertirse en el más rico de África. La educación y los tratamientos médicos eran gratuitos; la vivienda se consideraba parte de los derechos humanos y los libios participaban en un original sistema de democracia local. El país se jactaba de tener el sistema de irrigación más grande del mundo, el proyecto del Gran Río Artificial, que trasportaba agua desde el desierto a las ciudades y las zonas costeras; Gadafi estaba embarcado en un programa para extender este modelo por toda África.

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