
 Hace tiempo que los críticos cuestionan que la intervención violenta 
en Libia fuera necesaria. Los correos electrónicos de Hillary Clinton 
que recientemente han visto la luz confirman que toda la operación no 
tuvo tanto que ver con proteger al pueblo libio de un dictador como con 
el dinero, la banca y abortar el proceso hacia la soberanía económica 
africana.  
 Los medios de comunicación calificaron la breve 
visita de Hillary Clinton a Libia en octubre de 2011 como una “vuelta al
 ruedo”. “¡Llegamos, vimos, murió!” alardeó Hillary en una entrevista 
concedida a la CBS cuando se supo de la captura y brutal asesinato del 
líder libio Muamar el Gadafi. 
 Pero la vuelta al ruedo fue prematura, según opinan Scott Shane y Jo Becker en el New York Times.
 El Departamento de Estado de EE.UU. relegó a Libia a un segundo plano 
“mientras el país se desintegraba en un caos que desembocaría en una 
guerra civil cuyas consecuencias fueron la desestabilización de la 
región, lo que alimentó la crisis de refugiados en Europa y permitió que
 el Estado Islámico estableciera una base segura en el país, que Estados
 Unidos ahora intenta desesperadamente contener”. 
 EE.UU. y la 
OTAN justificaron su intervención por razones humanitarias cuando se 
conocieron informes de atrocidades masivas; pero las organizaciones de 
derechos humanos cuestionaron estas afirmaciones tras averiguar la falta
 de evidencias. Sin embargo, en la actualidad sí que están teniendo 
lugar atrocidades verificables. En palabras de Dan Kovalik en el Huffinton Post,
 “la situación de los derechos humanos en Libia es desastrosa y miles de
 detenidos [incluyendo niños] se pudren en cárceles sin ser sometidos a 
un proceso judicial […] Los secuestros y asesinatos planificados están 
fuera de control”. 
  Antes de 2011, Libia había conseguido la 
independencia económica, contaba con su propia agua, su propia 
alimentación, su propio petróleo, su propio dinero y su propio banco 
estatal. Con Gadafi, había dejado de ser uno de los países más pobres 
para convertirse en el más rico de África. La educación y los 
tratamientos médicos eran gratuitos; la vivienda se consideraba parte de
 los derechos humanos y los libios participaban en un original sistema 
de democracia local. El país se jactaba de tener el sistema de 
irrigación más grande del mundo, el proyecto del Gran Río Artificial, 
que trasportaba agua desde el desierto a las ciudades y las zonas 
costeras; Gadafi estaba embarcado en un programa para extender este 
modelo por toda África. 
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