El proyector de la sala de conferencias de la Universidad de Sussex
iba mostrando algo que no tenía mucho que ver con el tranquilo entorno
académico: un grupo de asediados revolucionarios sirios, dirigidos por
el exportero de fútbol convertido en icono rebelde Abdel Baset Sarrout, cantaban a su amada ciudad de Homs:
Oh, nación de batallas, suficientes lágrimas derramaste ya
No estés triste, hacia el cielo voy con mi familia
Grito y lloro por los fallecidos
Juro por mi Dios y el vuestro que volveremos a ti
Respondedles, oh revolucionarios, y decidles
Que los habitantes de Homs son héroes, que esta es su tumba.
A diferencia de los hombres de Homs que aparecían en la pantalla detrás
de él, al escritor sirio-escocés Yassin-Kassab se le veía desesperado
respecto a la guerra en Siria. Pocas esperanzas tenía en el alto el
fuego acordado entre EE.UU. y Rusia que entraba en vigor esa misma
noche. Meses de bombardeos rusos habían servido para ayudar al ejército
sirio y a sus aliados de las milicias chiíes iraníes a hacer retroceder a
los rebeldes en los alrededores de Alepo y otros frentes.
Ante el repleto auditorio, el autor y escritor del Guardian
explicó que cuando vivía en Siria antes de la revolución no se había
involucrado en el activismo clandestino que después surgiría como
movimiento por el cambio democrático. “Me quedé al margen”, dijo.
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