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terça-feira, 8 de março de 2016

Refugiados y atuneros en una Europa que naufraga

El deliberado abandono que la UE hace sobre la situación de los refugiados en su territorio y el sistemático incumplimiento de acuerdos, convenios y tratados internacionales han acelerado el proceso de descomposición del proyecto europeo que en la actualidad vivimos. Actuar de forma tan negligente ante un problema humanitario de tal envergadura ha convertido una crisis de refugiados en una crisis del proyecto político de la UE, entendido como un espacio común de libertad, solidaridad, justicia y respeto a los derechos humanos. Todo ello es lo que está saltando por los aires frente a la visión egoísta e irresponsable de los gobiernos e instituciones europeas.
 
Si el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, explicaba en su discurso sobre el estado de la UE del pasado año que la crisis de asilo y refugio era la prioridad más urgente y trascendental que tenía Europa, tenemos que concluir que estamos ante uno de los mayores fracasos deliberados desde que ésta existe. Basta decir que a estas alturas, de los exiguos 160.000 refugiados que los países europeos se comprometieron a reubicar solemnemente el pasado mes de septiembre, únicamente se han realojado a 272 de ellos, es decir, el 0,1%.
La construcción europea y sus tratados han avanzado sobre la base del respeto a la dignidad humana y a los derechos fundamentales, así como el escrupuloso cumplimiento a los convenios internacionales y a todos los acuerdos suscritos en el marco de las Naciones Unidas. De esta forma, el acatamiento a los derechos humanos y al Estado de Derecho que los garantizan forman parte del concepto mismo de libertad sobre el que se edifica la UE, además de los cuatro principios básicos de libre circulación de mercancías, capitales, servicios y personas. Sin embargo, la peor generación de dirigentes de la UE desde su creación no tiene remilgos en pulverizar uno tras otro cada uno de los pilares básicos sobre los que se asienta la UE, ya sea el Euro, el acuerdo de Schengen y la libre circulación de personas, el respeto a los derechos humanos fundamentales o la aplicación del sagrado principio de asilo y refugio construido como una herramienta esencial del derecho internacional tras la Segunda Guerra Mundial. Todo ello ha saltado por los aires mientras la UE demuestra una progresiva degradación moral y jurídica que ha llegado al extremo en su irresponsable actuación ante los refugiados que siguen llegando a Europa.

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