Un régimen autoritario puede ser impopular y abyecto pero al menos tiene
reglas. Aunque las reglas no se ajusten a Derecho las relaciones entre
el Estado y la sociedad pueden predecirse. La gente sabe cuales son las
líneas rojas y puede decidir traspasarlas o no. Egipto no sigue este
patrón bajo el mando de Abd al Fatah al Sisi, el mariscal de campo
convertido en presidente.
Casi tres años después del golpe militar que
llevó al poder a Sisi no sólo se han difuminado las líneas rojas sino
que el propio régimen, aún por consolidarse, se ha definido tan
vagamente que los egipcios ponen en cuestión que sea una entidad
coherente. Las fuerzas de seguridad parecen haber soltado amarras del
poder ejecutivo. Como me dijo un periodista en El Cairo, “uno ya no sabe
cuántos cuerpos de seguridad hay. Lo único que claro es que Sisi no los
controla. Todo es impredecible e inestable y por eso todo es
peligroso”.
El período transcurrido desde el golpe de Estado de
julio de 2013 ha sido el más represivo de la historia moderna de Egipto.
Tanto en términos de activistas encarcelados, torturados, y asesinados,
como de violaciones contra la libertad de cátedra, el impacto es
desolador. En 2015, el Centro al Nadim para la Rehabilitación de las
Víctimas de la Violencia documentó 464 casos de desaparición forzada a
manos del Estado. Casi 500 personas murieron bajo custodia y otras 676
fueron torturadas. [1] 2016 está siendo demoledor: en febrero,
según informa el Centro Al-Nadim, otros ocho egipcios murieron bajo
detención y al menos otros 80 fueron torturados.
El levantamiento
de 2011 que acabó derrocando al presidente Hosni Mubarak estimuló el
activismo político de muchísimos egipcios y egipcias. Hoy en día
centenares de personas que ya eran activistas antes del levantamiento
languidecen en las cárceles. Otras querrían abandonar el país. A muchas
se les prohibe salir al extranjero siquiera para estancias breves. La
arbitrariedad de la prohibición ha hecho circular un chiste que afirma
que hay que estar en el control de pasaportes del aeropuerto de El Cairo
para saber si puedes viajar o no. Muchos han abandonado la actividad
política por otros menesteres. Hay miedo y resulta muy doloroso
presenciar lo que ha sucedido. Activistas que se aíslan a causa de la
depresión y otros tan profundamente frustrados por lo que ha ocurrido
que ya no se movilizan. Como señalaba uno de ellos, “la próxima vez nos
pillará sin estar preparados. Todo el mundo está paralizado”.
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