Los hombres son el modelo ético en una cultura patriarcal que se ha
levantado tomando lo masculino como universal, es decir, como referencia
común para toda la sociedad, y lo femenino como particular y propio de
determinados contextos, generalmente relacionados con lo familiar y lo
doméstico.
Eso hace que la realidad venga condicionada por lo que los hombres consideran que debe formar parte de ella, que las leyes y el Derecho hayan tomado como modelo de comportamiento el representado por un buen padre de familia, que los tratos se cerraran con un apretón de manos, por supuesto de manos viriles, y que el sello más indeleble fuera la palabra de hombre, que permanecía en el aire como si fuera parte de su oxígeno, nitrógeno y argón. Y en contraste, las mujeres, desde la Eva del Paraíso hasta la última de sus hijas, son falsas, perversas, mentirosas, interesadas, traicioneras...
Eso hace que la realidad venga condicionada por lo que los hombres consideran que debe formar parte de ella, que las leyes y el Derecho hayan tomado como modelo de comportamiento el representado por un buen padre de familia, que los tratos se cerraran con un apretón de manos, por supuesto de manos viriles, y que el sello más indeleble fuera la palabra de hombre, que permanecía en el aire como si fuera parte de su oxígeno, nitrógeno y argón. Y en contraste, las mujeres, desde la Eva del Paraíso hasta la última de sus hijas, son falsas, perversas, mentirosas, interesadas, traicioneras...
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